»¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, Y aceptaréis las personas de los impíos? Defended al débil y al huérfano; Haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; Libradlo de mano de los impíos.«
Salmos 82:2-4
Pregunta el Señor por medio del salmista, ¿hasta cuándo seguirán siendo injustos y defendiendo a los malvados? Y añade una exhortación: Defender a los huérfanos y a los indefensos; hacer justicia a los pobres y a los necesitados y librarlos del poder de los malvados. Eso es lo que Dios espera y lo urgente.
¡No ha cambiado nada! Han pasado los años, los siglos, y los seres humanos siguen estando corrompidos y haciendo el mal, cometiendo injusticias y defendiendo a quienes las cometen, en lugar de defender la causa de los pobres, que no tienen recursos para vivir, ni de los realmente necesitados; no aquellos que se victimizan no siendo víctimas ni necesitados ni pobres.
¿Cómo cambiar esto? Solamente el amor de Dios impartido y compartido por Su Iglesia, puede lograr el cambio.
Somos iglesia, trabajemos para eliminar las injusticias. Amemos a las personas y defendamos a los pobres y necesitados.