»¡Venid, aclamemos alegremente al Señor! ¡Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación! ¡Lleguemos ante su presencia con alabanza! ¡Aclamémosle con cánticos!, porque el Señor es Dios grande, el gran Rey sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra y las alturas de los montes son suyas. Suyo también el mar, pues él lo hizo, y sus manos formaron la tierra seca. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante del Señor, nuestro hacedor, porque él es nuestro Dios; nosotros, el pueblo de su prado y ovejas de su mano. Si oís hoy su voz, «No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me probaron y vieron mis obras. Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: “Son un pueblo de corazón extraviado, no conocen mis caminos”. Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo.«
Salmos 95:1-11
Este precioso salmo es genial para meditar en la mañana.
Comienza con una exaltación al Señor por quien es Él, y termina con una exhortación al pueblo para que no cometa los errores del pasado.
“Si oís hoy su voz…”
Leamos, meditemos y estemos atentos a Su voz.