»Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.«
Ester 3:8-9
Amán argumentó ante el rey Asuero con estas palabras por el solo hecho de que Mardoqueo, primo de Ester, que ya había dicho que era judío, no se arrodillaba ni se humillaba ante él. Eso le hizo odiarle y desearle la muerte, pero no solo la suya sino la de todos los judíos, con el argumento simple de que tenían leyes diferentes a todos los demás pueblos.
Ese odio sigue presente en muchos pueblos hoy en día, especialmente en los islamistas, sobre todo en los palestinos. Su deseo es exterminar al pueblo judío porque es diferente, tiene otro Dios y otras leyes.
Ignoran que no podrán hacerlo ahora, como no han podido antes.
Dios, el verdadero Dios, guarda a su pueblo y a su iglesia.