»¡Quién me volviera como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba, cuando hacía resplandecer su lámpara sobre mi cabeza y a su luz caminaba yo en la oscuridad!«
Job 29:2-3
Job recuerda su estado anterior cuando era feliz y reconocido por todos como un hombre recto y fiel al Señor.
En la reflexión está implícita una queja por su estado actual; había perdido su hacienda, su ganado, sus siervos, sus hijos y su salud. ¿Quién no estaría disgustado y confuso?
Pero al leer estas palabras da la sensación de que Job se había olvidado de las que pronunció tiempo atrás, cundo dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito.”
¿Había cambiado Dios? ¡No! Lo que cambiaron fueron las circunstancias personales de Job, que en principio reconoció la soberanía de Dios, pero más tarde dudó y se quejó.
¿Qué Dios tienes tú? ¿Uno que cambia o uno que es inmutable? ¿Si vienen problemas te quejarás o seguirás confiando en su soberanía, su poder y su amor por ti?
Las situaciones adversas solo son pruebas que hemos de superar.
Lo importante es permanecer en el Señor.