»porque el Señor tiene contentamiento en su pueblo; hermoseará a los humildes con la salvación.«
Salmo 149:4
¿Has observado el rostro de un niño feliz? Así es el rostro de la persona que en humildad y con gratitud, reconoce que Dios es real y que Jesús murió por todos, y le hace su Señor y Salvador.
El semblante de tal persona es cambiado por Dios, Él suaviza sus rasgos duros, a tal punto que se asemeja al de un niño, mostrando inocencia por haber sido perdonado, tras haberse arrepentido de sus pecados, y humildad al reconocer que solo en Dios se encuentra la salvación y todas las respuestas.
Señor Jesús, hoy te damos gracias por tu amor inigualable e inagotable, gracias por salvarnos, gracias por liberarnos del yugo del pecado, y gracias por darnos una nueva vida y eterna, a tu lado.
Vístenos de amor, inocencia y humildad a la vez que de valentía, para ser luz en medio de la oscuridad que cubre este mundo.
¡Gracias, Señor, por tanto amor!