»Entenderé el camino de la perfección Cuando vengas a mí. En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa. No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; Ninguno de ellos se acercará a mí. Corazón perverso se apartará de mí; No conoceré al malvado.«
Salmos 101:2-4
En esta declaración poética de David hay una fuerte determinación, proclamada ante Dios y para los hombres, de vivir ajeno al mal, de no dejarse contaminar por la influencia de los malvados, de andar por la vida con integridad.
Un precioso salmo en el que meditar hoy, que nos puede ayudar a reconducir nuestra permisividad con el pecado y los malos, aunque nos acusen de intolerantes.
De hecho la intolerancia hacia lo malo, es decir, hacia lo contrario a la voluntad de Dios, no es algo negativo sino todo lo contrario. Nos sirve para posicionarnos del lado del bien y no comulgar con el mal, que tanto abunda por todos lados.
Prometerse a uno mismo andar en integridad por el camino de la perfección, puede ser un acto de heroísmo hoy en día. Pues bien…
¡Seamos héroes!